En esta última entrega de comentarios al texto de Löwy, se revisan los debates surgidos al interior de la recepción marxista de la epistemología/metodología de Marx. Esto permite discutir sobre los límites de la relación entre ciencia y ética, en el marco de la recepción de su obra en términos de clase, partido, objetividad y transformación social. Al final se proponen nuevas preguntas, que redefinen el horizonte de estas reflexiones
Por Arturo Montoya Hernández
Como revisamos en la entrega anterior, la posición de clase (una de cuyas determinaciones se encuentran en la ideología) es central en la configuración de la práctica científica social, en cuanto define visibilidades, objetos de estudio, teorías e interpretaciones. El reconocimiento de esta dimensión permite tomar posición y situar el trabajo de investigación en relación con cierta política de la investigación, la cual demanda compromiso y reflexividad crítica. Debido a la importancia que esta perspectiva marxista da a la crítica y a la transformación de lo social a través del mixto conocimiento-acción (como una de sus vectores de actualización), la respuesta tendiente a la neutralización del conflicto epistemológico-social cifrada en el justo medio ecléctico de Mannheim, resulta insatisfactoria para Löwy, quien encuentra en el trabajo de Marx, un desenmascaramiento del carácter burgués de la economía política clásica, una afirmación proletaria de su pensamiento, y un compromiso revolucionario que se actualiza en el movimiento histórico de la ciencia, aspectos necesarios en la formulación de un método de investigación marxista:
En consecuencia, el método de Marx no es “neutro”, “positivo” o naturalista; este método, que él intitula dialéctica racional, es “un escándalo y una abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios porque, en la comprensión positiva de las cosas existentes, incluye al mismo tiempo la inteligencia de su negación, de su necesaria decadencia, […] es esencialmente crítica y revolucionaría” (Marx, 1948, p. 100).
(Löwy, 1975, p. 23).
Esta ruptura de clase con las tradiciones científicas de su época, que se abre a la necesidad de un replanteamiento de los discursos disciplinares, tiene distintas recepciones entre los pensadores marxistas. Para Lenin, en las sociedades fundadas sobre una lucha de clases, la ciencia social no puede ser imparcial, sobre todo, ante la prevalencia de temas como la “esclavitud asalariada” (Lenin, 1960) en los que los “juicios de hecho” y los “juicios de valor”, la ciencia y la ideología, la objetividad y el punto de vista de clase, se entrelazan de manera indiscernible, formando una unidad dialéctica. (Löwy, 1975, p.24) Así mismo, de acuerdo con Löwy, autoras como Rosa Luxemburgo, Lukács, Korsch y Braunstein, señalan que las sociedades compuestas por clases, ponen en relación intereses, aspiraciones y concepciones opuestas. Esto implica que el punto de vista de clase, proyecta siempre los “intereses históricos objetivos” (Löwy, 1975, p.25) del estrato al que se pertenece, en tensión hegemónica con la clase dominante.
A partir de este planteamiento, Löwy abre un debate sobre las relaciones entre marxismo y proletariado, preguntando por la relación entre el método y la epistemología propuestas en la dialéctica racional marxista, y los procesos de transformación, históricos y revolucionarios, de los conflictos de clase. Una de las primeras expresiones de esta perspectiva se encuentra en Bersntein y Krauski, respectivamente “[…] portavoces del revisionismo y de ‘la ortodoxia’ en el seno de la II Internacional”, (Löwy, 1975, p.25) quienes, a pesar de sus diferencias de interpretación en la recepción de la obra de Marx, coinciden en la necesidad de afirmar una ciencia social positiva, separada de la raigambre ideológica de la reflexión marxista[1]. La contraposición que hacen estos autores entre una ciencia pura y una moral pura funda dos espacios de operación socialista, cuya distinción práctica les permite superar el “error” de Marx al establecer los fines de la investigación científica a partir del ideal moral de clase.
Un proceso análogo, que invierte el proceso de distinción entre ciencia pura y moral pura, es el del ocultamiento ideológico,operado por la burocracia del stalinismo. Esta mistificación de las operaciones políticas de una ciencia social dominada por los intereses ideológicos, resulta en una “[…] instrumentalización extrema de la ciencia, directamente sometida a las necesidades político-ideológicas de la burocracia” (Löwy, 1975, p. 27) encarnada, en este caso, por el Partido Comunista (PC) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En el extremo, no solo la ciencia social es absorbida por los intereses de clase, las ciencias naturales también movilizan una moral de clase, creando una disputa entre ciencia proletaria y ciencia burguesa, que subsume los procesos de investigación al compromiso ideológico. Un ejemplo de esto se encuentra en la biología “proletaria” de Lyssenco, opuesta a la ideología “reaccionaria y burguesa” de Mendel-Wasserman:
Lyssenko había escrito en Izvestia del 15 de diciembre de 1949 que los descubrimientos de los biólogos soviéticos sólo habían sido posibles gracias a la “enseñanza de Stalin sobre las transformaciones cuantitativas graduales ocultas, invisibles, que conducen a una rápida modificación cualitativa fundamental. Francis Cohen cita ese texto del ilustre “biólogo proletario” y lo analiza desde el punto de vista de la epistemología stalinista de las ciencias: “Esta cita requiere algunos comentarios. En primer lugar, nos muestra el proceso mínimo de elaboración de la ciencia proletaria: el hecho experimental en la base, luego la interpretación, ayudado por la teoría marxista leninista, aquí muy precisamente por el capítulo IV de la Historia del PC (b).” (Cohen, 1959).
(Löwy, 1975, pp. 28-29)
En el extremo, esta mistificación transfiera las atribuciones objetivas del positivismo y su eficacia simbólica a las operaciones de la ideología de Estado, creando un “positivismo de signo invertido” (Löwy, 1975, p. 30) que borra la distinción entre ciencias naturales y sociales. Como perspectiva que responde a este dilema, Löwy evoca la figura de Althusser, quien transita de una adscripción militante a los ideales de la ciencia y filosofía proletaria de su juventud, en los años 1950, a una defensa de la especificidad, la autonomía y la independencia de la ciencia. En consecuencia, Althusser afirma que la ciencia social debe estar liberada de todo compromiso de clase, para, de este modo evitar, su subsunción como “expresión inmediata y exclusiva del proletariado”. (Löwy, 1975, p. 36) Löwy enuncia una tercera opción, no vislumbrada por Althusser, como síntesis de la oposición: “la ciencia histórica se sitúa necesariamente desde el punto de vista de una clase, pero es relativamente autónoma en su esfera de actividad propia”. (Löwy, 1975, p. 37)
A manera de conclusión, Löwy presenta una manera de contrarrestar el posible relativismo implicado por la necesaria perspectiva de clase que dirige la práctica científica social: establece una jerarquía entre posiciones de clase, en la que argumenta que son las clases revolucionarias, en general, las que aportan una mirada crítica sobre los fenómenos históricos y sociales, al cuestionar la idea de que el orden social es producto de leyes eternas e inmutables. Al mismo tiempo, señala al proletariado, en particular, como la clase capaz de lograr mayor objetividad, al plantearse como horizonte la abolición misma de las dominaciones de clase, y la organización de una práctica científica en clave comunista: con autonomía relativa, lógica interna de investigación, y especificidad práctica que tiende al descubrimiento de la verdad, con independencia de un interés de dominio de clase. De esta manera, se propone una práctica científica social consciente de su posición, desde una perspectiva emancipatoria (sin ocultamiento ideológico) que alimente la investigación con un espíritu crítico y transformador de las relaciones sociales.
Las posibilidades y límites de esta propuesta, requieren un debate a mayor profundidad, para entramar tanto las dimensiones epistemológicas, como metodológicas, que una práctica de investigación atenta a la perspectiva de clase (reflexiva al respecto de la posición de quien investiga) coloca en el centro de la reflexión de nuestras prácticas de investigación. Nuevas preguntas surgen, desde las que se puede ir hilando estas cuestiones: ¿Qué otros núcleos/paradigmas de investigación, asume una posición comprometida en la investigación de la realidad social (pienso en los enfoques postpositivistas: decoloniales, subalternos, de intervención)? ¿Cómo se retroalimentan estas cuestiones con los aspectos estético-políticos de la investigación social? ¿Qué nuevos modos de relación existen entre la ciencia social y las ciencias naturales contemporáneas? ¿Cuál es el papel de la filosofía en este panorama? El debate sigue abierto, y nos convoca a replantear los sesgos y prejuicios que podrían haber instalado en las últimas décadas, para organizar nuevas preguntas y nuevas miradas, sobre las prácticas de investigación y la importancia social del conocimiento.
Bibliografía
Angel, E. (1961). Bernstein et l’évolution du socialisme allemand. París: Didier.
Cohen, F. (Febrero de 1950). Mendel, Lyssenko et le rôle de la science. La Nouvelle Critique, 13.
Kautsky. (1972). Die Materialistische Geschichtsauffassung (Vol. t. 2).
Lenin. (1960). Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. En Lenin, Obras escogidas. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Löwy, M. (1975). Objetividad y punto de vista de clase en las cienias sociales. En M. Löwy, A. Brossat, & e. al., Sobre el método marxsita (págs. 9-44). México: Grijalbo.
Marx, C. (1948). Misère de la philosophie. París: Sociales.
Fotografía. Sol LeWitt (1986) Arcs from Four Corners. Tate. https://www.tate.org.uk/art/artworks/lewitt-arcs-from-four-corners-p03305
[1] Para Bernstein, la ciencia económica “debe estar por encima de los conflictos de clase, debe ser empírica, no partidaria, libre de presuposiciones”, (Löwy, 1975, pp. 25-26) elementos de un positivismo que reivindica en un ensayo autobiográfico (Angel, 1961). Por otra parte, Kautsky, defensor del marxismo ortodoxo, distingue entre los aspectos ético-normativos del ideal socialista, y el “estudio científico de las leyes de la evolución del organismo social” (Kautksy, 1927, p. 631, citado por Löwy, 1975, p. 26) en el que toma como referencia la biología evolucionista de Darwin.